viernes, 18 de abril de 2014

X Estación: Despojan a Jesús de sus vestiduras


Al llegar el Señor al Calvario, le dan a beber vino mezclado con hiel, los soldados les daban a los que iban a crucificar, para que estén un poco drogados de forma de que resistan el dolor de los clavos, como un narcótico, que disminuya en algo el dolor de la crucifixión, pero Jesús, habiéndolo gustado para agradecer por ese piadoso servicio, no quiso beberlo. (Mt 27: 34) Se entrega a la muerte con la plena libertad del Amor.
            Luego, los soldados despojan a Cristo de sus vestidos. “desde la planta de los pies hasta la cabeza no hay nada sano; heridas, golpes, llagas vivas que no han sido envueltas ni vendadas ni aliviadas con aceite” (Is 1: 6)
            Los verdugos toman sus vestidos y los dividen en cuatro partes. Pero la túnica es sin costura, por los que dicen: “No la rompamos, más bien echémosla a la suerte, a ver de quién será”. (Jn 19: 24a) De éste modo se ha vuelto a cumplir la Escritura: “Reparten entre sí mis vestiduras y mi túnica se juegan a los dados” (Sal 22: 19)
            Es el despojo, la pobreza más absoluta. Nada ha quedado al Señor, sino un madero.
            Para llegar a Dios, Cristo es el camino, pero Cristo está en la Cruz, y para subir a la Cruz hay que tener el corazón libre, descosido de las cosas de la tierra.

            Del púlpito al Calvario han llovido sobre Jesús los insultos, el rigor de los soldados, las burlas del sanedrín… Escarnios y blasfemias… Ni una queja, ni una palabra de protesta. Tampoco cuando sin contemplaciones, arrancan de su piel los vestidos. ¿Y yo? Excusándome con tantas palabras vanas, para no asumir responsabilidades, por flojera, la mayoría de las veces.Te ofrezco Señor, mi propósito firme de trabajar y sufrir, si es necesario, por mi Señor, en silencio.
           
            El cuerpo llagado de Jesús se contrapone tan fuertemente con mi comodidad, mis caprichos, mi dejadez, mi mezquindad… Y esa falsa compasión que me tengo. ¡Señor!, por tu Pasión y tu Cruz, dame fuerza para vivir la mortificación de los sentidos y arrancar todo lo que me aparte de Ti.

            Si me desmoralizo, si decaigo en mi camino hacia el Señor, es porque no dí mi 100%. Al que hace lo que puede, Dios no le niega su Gracia. Sólo pedir: Padre, aquí estoy, ésto soy, ayúdame… Y a través de la Santísima Madre, ¿qué más?... Por supuesto que se sale adelante.
Pero Dios es exigente. Pide amor de verdad, no quiere traidores. Hay que ser fieles en la lucha contra uno mismo, porque al demonio… Cristo ya lo derrotó, sólo nos queda vencernos a nosotros mismos a fuerza de sacrificio.

Los verdaderos Obstáculos que nos separan de Cristo, (soberbia, sensualidad, egoísmo, envidia…) se superan con oración y penitencia. Y rezar y hacer penitencia es también olvidarse de sí mismo y ocuparse de los demás. Si vivimos lo que oramos, veremos que nuestros contratiempos desaparecen.

Si luchamos por ser verdaderamente Cristo mismo, y en la propia vida se entrelaza lo humano con lo divino, todos nuestros esfuerzos florecerán, y tendrán una proyección eterna, porque van unidos al sacrificio de Jesús en la Cruz.

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