sábado, 27 de mayo de 2006

El verdadero cielo


según el predicador del Papa
Comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., al Evangelio dominical ROMA, viernes, 26 mayo 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap. --predicador de la Casa Pontificia-- al Evangelio del próximo domingo, solemnidad de la Ascensión.

* * *

La Ascensión del Señor Hechos 1,1-11; Efesios 1,17-23; Marcos 16,15-20La solemnidad de la Ascensión de Jesús «al cielo» es una ocasión para que nos aclaremos de una vez por todas las ideas sobre qué entendemos por «cielo». En casi todos los pueblos, el cielo se identifica con la morada de la divinidad. También la Biblia utiliza este lenguaje espacial. «Gloria a Dios en lo alto del cielo y paz en la tierra a los hombres». Con la llegada de la era científica, este significado religioso de la palabra «cielo» entró en crisis. Para el hombre moderno el cielo es el espacio en el que se mueve nuestro planeta y todo el sistema solar, y nada más. Conocemos la salida atribuida a un astronauta soviético, de vuelta de su viaje por el cosmos: «¡He recorrido mucho el espacio y no he encontrado por ninguna parte a Dios!». Así que es importante que intentemos aclarar qué entendemos nosotros, los cristianos, cuando decimos «Padre nuestro que estás en los cielos», o cuando decimos de alguien que «se ha ido al cielo». La Biblia se adapta, en estos casos, al modo de hablar popular; pero ella bien sabe y enseña que Dios «está en el cielo, en la tierra y en todo lugar», que es Él quien «ha creado los cielos», y si los ha creado no puede estar «encerrado» en ellos. Que Dios esté «en los cielos» significa que «vive en una luz inaccesible»; que dista de nosotros «cuanto el cielo se eleva sobre la tierra». En otras palabras, que es infinitamente diferente de nosotros. El cielo, en sentido religioso, es más un estado que un lugar. Dios está fuera del espacio y del tiempo y así es su paraíso. A la luz de lo que hemos dicho, ¿qué significa proclamar que Jesús «subió al cielo»? La respuesta la encontramos en el Credo: «Subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre». Que Cristo haya subido al cielo significa que «está sentado a la derecha del Padre, esto es, que también como hombre ha entrado en el mundo de Dios; que ha sido constituido, como dice San Pablo en la segunda lectura, Señor y cabeza de todas las cosas. Jesús subió al cielo, pero sin dejar la tierra. Sólo ha salido de nuestro campo visual. Él mismo nos asegura: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mateo 28, 16-20. Ndt). Las palabras del ángel --«Galileos, ¿qué hacéis mirando al cielo?»-- contienen por lo tanto una advertencia, si no un velado reproche: no hay que quedarse mirando arriba, al cielo, como para descubrir dónde va a estar Cristo, sino más bien vivir en espera de su retorno, proseguir su misión, llevar su Evangelio hasta los confines de la tierra, mejorar la calidad de la vida en la tierra. Cuando se trata de nosotros, «irse al cielo» o «al paraíso» significa ir a estar «con Cristo» (Flp 1,23). «Voy a prepararos un lugar... para que donde esté yo estéis también vosotros» (Jn 14,2-3). El «cielo», entendido como lugar de descanso, de la recompensa eterna de los buenos, se forma en el momento en que Cristo resucita y sube al cielo. Nuestro verdadero cielo es Cristo resucitado, con quien iremos a reunirnos y a hacer «cuerpo» después de nuestra resurrección, y de manera provisional e imperfecta inmediatamente tras la muerte. Por lo tanto Jesús no ascendió a un cielo ya existente que le esperaba, sino que fue a formar e inaugurar el cielo para nosotros. Hay quien se pregunta: ¿pero qué haremos «en el cielo» con Cristo toda la eternidad? ¿No nos aburriremos? Respondo: ¿aburre tal vez estar bien y con óptima salud? Preguntad a los enamorados si se aburren de estar juntos. Cuando sucede que se vive un momento de intensísima y pura alegría, ¿no nace a lo mejor en nosotros el deseo de que dure para siempre, de que no acabe jamás? Aquí abajo tales estados no duran para siempre, porque no existe objeto que pueda satisfacer indefinidamente. Con Dios es diferente. Nuestra mente hallará en Él la Verdad y la Belleza que nunca acabará de contemplar, y nuestro corazón el Bien del que jamás se cansará de gozar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy linda la fotografía y gracias por el artículo, María José. Te quiero.

Pablo S.

cursillovaldivia dijo...

Me gusta estas frases:
"Nuestro verdadero cielo es Cristo resucitado, con quien iremos a reunirnos y a hacer «cuerpo» después de nuestra resurrección, y de manera provisional e imperfecta inmediatamente tras la muerte".

"Nuestra mente hallará en Él la Verdad y la Belleza que nunca acabará de contemplar, y nuestro corazón el Bien del que jamás se cansará de gozar".

Anónimo dijo...

Arriesgando que me acusen de pesado, yo creo que es importante que los formadores cuando enseñen acerca del cielo, le den el significado correcto dentro de la comprension que debemos poseer acerca de la iglesia. Las ambiguedades respecto a muchas de las verdades de nuestra fe, se deben a una falta de vocacion por la verdad, por un lado; y por nuestro gusto (en general) por la explicacion simple y sin profundidad.

Esta reflexion la hago con la conciencia de que Dios no es tan simple como para intentar saber todo de El en un barniz de conocimiento... Lo que Cristo dice es que podamos conocerlo en profundidad para luego entregarnos a El sin ningun temor, y poder hablar de la grandeza de su obra sin equivocarnos... (hay muchos que solo esperan de nosotros, los cristianos, que seamos verdaderos y que encuentren en nosotros LA VERDAD)


Les ama en el Señor.

LUCHO.