viernes, 18 de abril de 2014

V Estación: Simón ayuda a llevar la Cruz de Jesús


Jesús está extenuado. Su paso se hace más torpe, y los soldados tienen prisa por acabar; de modo que, cuando salen de la ciudad por la puerta Judiciaria, requieren a un hombre que venía de una granja, llamado Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y le fuerzan a que lleve la cruz de Jesús. (Mc 15: 21)
            En el conjunto de la Pasión, es bien poca cosa lo que supone esta ayuda. Pero a Jesús  le basta una sonrisa, una palabra, un gesto, un poco de amor, para derramar copiosamente su gracia sobre el alma del amigo. Años más tarde, los hijos de Simón, ya cristianos, serán conocidos y estimados entre sus hermanos en la fe. Todo empezó por un encuentro inopinado con la Cruz.
            “Me he dejado hallar por los que no preguntaban por mí y me he dejado encontrar por los que no me buscaban. Dije: “Aquí me tienen” a nación que no invocaba mi Nombre”. (Is 65: 1)
            A veces la Cruz aparece sin buscarla: es Cristo que pregunta por nosotros. Y si acaso ante esa Cruz inesperada, y tal vez por eso más oscura, el corazón mostrara repugnancia…, no le des consuelos. Y, lleno de una noble compasión, cuando los pida, dile despacio, como en confidencia: corazón, ¡corazón en la Cruz!, ¡corazón en la Cruz!

            ¿Quieres saber cómo agradecer al Señor lo que ha hecho por nosotros?... Con Amor. No hay otro camino. Amor con amor se paga. Pero la certeza del cariño la da el sacrificio. De modo que ánimo: niégate y toma tu Cruz. Entonces estarás seguro de devolverle amor por Amor.

            No es tarde, ni todo está perdido… Aunque te lo parezca. Aunque lo repitan mil voces agoreras. Aunque te asedien miradas burlonas e incrédulas… Has llegado en un buen momento para cargar con la Cruz: la Redención se está haciendo ¡ahora!, y Jesús necesita muchos cirineos.

            Por ver feliz a la persona que ama, un corazón noble no vacila ante el sacrificio. Por aliviar un rostro doliente, un alma grande vence la repugnacia y se da sin remilgos… Dios ¿merece menos que un trozo de carne, que un puñado de barro? Aprende a mortificar tus caprichos. Acepta la contrariedad sin exagerarla, sin aspavientos, sin… histerismos. Y harás más ligera la Cruz de Jesús.

            “Jesús, pues, dijo a su respecto: “Hoy ha llegado la salvación a ésta casa; en verdad, éste también es hijo de Abraham. El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19: 9-10)
            Zaqueo, Simón de Cirene, Dimas, el centurión… Ahora ya sabes por qué te ha buscado el Señor ¡Agradécelo!... Pero con obras y de verdad.

            ¿Cómo amar de veras la Cruz Santa de Jesús?... ¡Deséala!… ¡Pide fuerzas al Señor para implantarla en todos los corazones, y a lo largo y a lo ancho de éste mundo! Y luego… desagráviale con alegría; trata de amarle también con el latir de todos los corazones que aún no le aman.

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